Yo te grito, me seguis?

16 de septiembre de 2011

Pupilas rotas I

Emilia, 13, carilinda, unos ojos bonitos, castaña, algo gordita y súper insegura…
Una mañana la mamá de Emilia decidió darle una sorpresa, -Emi! Por favor bajá! –Vooy má!
Una caja de zapatos de hombre que rebalsaba de amor y de hambre, muchos pelos, dos ojos de lo más sabio de la superficie que veían lo que no existía y una alergia oculta en la nariz de una simpaticona puberta… -Un gato! Aay hola! –Te gusta? Se llama Beto y lo encontré en la calle.. –Gracias má, te amo, lo llevo a mi cuarto *la besa en la mejilla*…
Lo sacó de la caja y el pobre gato no paraba de llorar, Emilia lo acurrucó entre sus brazos acostándose los dos juntitos y media hora después, de la mano, cayeron en los brazos de Morfeo. A media noche, Emilia despertó con un gran dolor en la nariz, afuera llovía y parecía que caían adoquines, su madre dormía, y el gato no estaba sobre su pecho… Un poco asustada y muy despierta, susurro… -Beto?... Beto? –Miau… el sonido venia desde la cocina, en bombacha y descalza Emilia bajo alborotada las escaleras algo en su cerebro la hacía bajar apresuradisima y con mucha habilidad… -Beto? Le temo a la oscuridad, boludo… -Miau… Emilia sintió que de a poco sus orejas se movían solas ‘asi como dirigiéndose hacia el sonido’ pensó, se giró y nada, el gato no estaba y afuera llovía ‘que da calambre’ como dicen las señoras… No dio importancia a esa actitud de su cuerpo, subió de nuevo e inesperadamente, el gato estaba sobre su cama y esa noche, esa primera noche, sus ojos brillaban más de lo normal…

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